Carlos Echeverría y la cuestión colectiva

Alejandra Portela
8 min readSep 10, 2024

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El cineasta que nos ocupa esta vez es Carlos Echeverría (Bariloche, 1958). Desde su adolescencia eligió el camino del documental, tal vez porque como él mismo señala “no me interesan los proyectos personales. Me interesa más la cuestión colectiva”. La Escuela de Altos Estudios de Múnich lo recibió como alumno y su primera entrega fue Ensayo sobre Dachau (1981). Podría pensarse que, una vez aprobado por esa institución, su carrera estaba asegurada. En sus declaraciones en diversos reportajes queda en claro que se convirtió en un paria creativo. No sólo siguió por un tiempo largo en Alemania sino que empezó a vivir también en Argentina, donde desempeñó toda clase de oficios relacionados con el mundo audiovisual. No por ese motivo se convirtió en solvente y se supone que más de una vez, al observar sus libros de Contabilidad, tuvo más de un sobresalto. Él mismo se encarga de señalar la inseguridad que lo atosiga cada vez que debe encarar un proyecto. Tampoco sabe si logrará llevarse a cabo o quedará por el camino. Viendo sus películas se comprende que es mucho más fácil el rodaje de un producto de ficción. Porque en los documentales de Echeverría hay siempre una etapa previa que incluye una sesuda investigación. Y cuando esto no ocurre, entonces lo que se ve en pantalla no es muy interesante. Así y todo, a juzgar por algunos de sus logros, resulta más complejo que otros documentalistas argentinos.

Se comprenderá que resulta difícil ofrecer un panorama completo que va desde 1981 a 2019. Sus andanzas buscando productores, investigando aún con un equipo, pensando en el trabajo de cámara o en la siempre huidiza claridad de lo que quiere decir, llenaría un tomo. Y eso que se trata de un tipo en apariencia sencillo y para nada grandilocuente. También en este aspecto y dentro del mundo del audiovisual, Echeverría es una rara avis, aunque habiendo trabajado en televisión debe saber de memoria de qué va la cosa. Si es que hay que elegir, hemos preferido optar por Cuarentena (1984), Juan, como si nada hubiera sucedido (1987) y Pacto de silencio (2006). Por supuesto que esta mutilación no va a proporcionar una idea muy clara sobre el realizador, pero se sabe que intentar el absoluto sobre la producción de un creador es un disparate. Asimismo, las tres elegidas dejan bien en claro la preferencia del director sobre la cuestión colectiva a la que él se refiere. Tal vez en toda su obra prefiera esa cuestión. Pero las elegidas nos permiten reflexionar sobre un tiempo que en este momento del país prefiere ocultarse, transformar en museo o permitir que se marchite para que brille el esplendor de nuestros dirigentes contemporáneos.

CUESTIONES COLECTIVAS

El delicado tema de los exiliados había sido tratado por el cine ficcional. Tal vez el producto de mayor éxito fue Tangos (El exilio de Gardel) (Fernando Pino Solanas-1986), que despertó polémicas merecidas y colmó las arcas de productores franceses y argentinos.

En CUARENTENA (1984) el tema es también el del exilio. Hay un protagonista, el escritor Osvaldo Bayer. De ascendencia alemana, se había refugiado en Berlín, cuando la Triple A amenazó con asesinarlo en 1975. El espectador nada sabe de la trayectoria de Bayer y quizá, cuando se menciona la película La Patagonia rebelde (Héctor Olivera-1974), tal vez lo asocie con los tomos de la editorial Galerna. Sin embargo, la película se preocupa por mostrar el quehacer de Bayer en Berlín y su testimonio de que la familia se ha diseminado por distintas ciudades alemanas debido al problema laboral. Sorprende la naturalidad del Bayer actor. Como también inquieta el temor de este hombre de mediana edad al llegar a Ezeiza. Naturalmente, la figura a del Dr. Alfonsín, las Madres de Plaza de Mayo, el reencuentro con personas y lugares de su vida pasada intentan transformarse en una cuestión colectiva. No sabemos si lo consigue porque, como reconoce el mismo Bayer, existía cierta aprehensión hacia los que regresaban triunfantes y, como siempre, críticos de los que habían permanecido en el país. El propio Bayer escribió el guion y debió haber profundizado un tanto porque ni para los que se exiliaron ni para los que soportaron en Argentina aquellos años, la vida fue graciosamente cómoda.

Cuarentena

Juan, como si nada hubiera sucedido (1987) es un documental que puede ubicarse, sin temor a confusión alguna, entre las mejores películas que se han rodado en Argentina luego de 1983. El 16 de julio de 1977 el joven de 22 años Juan Marcos Herman desaparece luego de ser secuestrado por hombres que, sostuvieron, debían hacerle algunas preguntas. Nunca vemos a Juan y desde que comienza el film con la presencia del padre de la víctima, podemos internarnos en este verdadero puzzle como en una novela policial en la que hay que descubrir a los asesinos. Pero a cada momento, tanto el texto de Bayer como la cámara de Echeverría nos están diciendo que eso ocurrió de veras. En la idílica ciudad donde los adolescentes festejan –es una manera de decir- el fin de su secundario, Juan se transformó en el único desaparecido de semejante escenario, el único fantasma del que se tiene apenas una noticia: estuvo en El Atlético. Nada más. Lo que aportan sus compañeros y amigos –uno de ellos vivió con Juan en Buenos Aires, donde estudiaban abogacía- no nos alcanza para enterarnos de la persona Juan. Y es evidente que al director le cuesta admitir que, sí, también en Bariloche. Si por una parte el esfuerzo de la investigación es mayúsculo, por la otra se demuestra de qué manera se deshace una familia. Y digamos de paso, cómo se desestructura un país que ya no sería el mismo. El cinismo de los militares a quienes la cámara brinda espacio para que caigan en el vacío, es de un atrevimiento temerario. Y en el caso de los civiles cuestionados no hay mejora alguna. A tal efecto puede estudiarse la reacción del director del aeródromo que adhiere al pacto secreto de buena gana.

Es verdad que se condenó a los militares responsables de la desaparición de Juan, pero no como si fueran criminales. La película se cierra con la decisión del Presidente Alfonsín: ley de Obediencia Debida del 4 de julio de 1987. La misma sería derogada en 2003. Pero la famosa obediencia debida ha llegado a alegrar a nuestros actuales gobernantes.3

ESTILOS

No habría que exagerar pero vale la pena señalar que algunos documentales argentinos son aburridos y complacientes. Se sabe que el único y grave defecto en el campo audiovisual es el tedio. A la mentira se la desenmascara, pero ¿qué hacer con el spleen? Lo que es posible hallar en Juan, como si nada hubiera sucedido no es simplemente rostros que nos hablan. El efecto de la cámara es pavoroso: puede tratarse de familiares de la víctima o de los verdugos, de los amigos o de los indiferentes pero no vemos solamente su exterior. Es el interior de todos quienes intervienen frente a cámara lo que nos impide distraernos y nos lleva a un estado de amarga exaltación. Ni siquiera la pantomima del Coronel Sárraga filmado frente al Ministerio de Guerra nos mueve a risa.

Más bien nos conduce al espanto. Para desechar elementos que pudieran distraer al espectador, Echeverría ha elegido a Esteban Buch, una línea vertical de voz neutra que se supone dirige las entrevistas y la película.

MULTIPLICIDAD DE CODIGOS

Roma, el Tirol, Buenos Aires, Bariloche, diversas lenguas como el español, el alemán, el italiano, el inglés, saltos temporales que comienzan en los años treinta del siglo pasado, todo esto hace pensar que en ningún momento al espectador le bastará una sola visión de Pacto de silencio (2006 ). La historia de Erik Priebke, el nazi criminal de guerra que lograría llegar a dirigir a la comunidad alemana de Bariloche, supone una sólida investigación. Y si el espectador no ha visto películas como Muerte en Roma (George Pan Kosmatos) o ha rozado el neorrealismo italiano con gli partigiani, se encontrará por momentos desconcertado. No es que el documental sea desordenado. Es más simple y más sincero decir que no puede ser lineal porque lo que está ofreciendo es en exceso complejo. Se han “reconstruido” momentos del pasado y hasta se posicionó a Edgardo Mesa para que corporice a Priebke en varias escenas.

Hubiera sido más fácil tomar a esta figura cuando ya ha llegado a Argentina. Echeverría prefirió señalar cuidadosamente las tareas diversas de Priebke en Italia, durante los meses de ocupación de Roma. El pasaporte falso conseguido por conexiones en el Vaticano y la nueva vida para él, su mujer y sus dos hijos que lo aguardaba en Argentina, concretamente en Bariloche. Aquí tuvo varios oficios y hasta llego a ser dueño de una fiambrería. Sus relaciones con la comunidad alemana no tardarían en dejarle un merecido rédito y llegaría a ser director de la escuela alemana Instituto Bruno Caprara.

Si Echeverría realizó un trabajo tan minucioso es, quizás, por el hecho de que Bariloche es su ciudad de origen –también ocurría lo mismo en Juan, como si nada hubiera sucedido- pero aquí está incluida la escuela adonde el director cursó el primario y el secundario. La madre del realizador es de ascendencia alemana y él estuvo siempre en buenas relaciones con Múnich, ciudad donde estudio cine. En Pacto de silencio resulta evidente que intenta ubicarse, entender, poner en claro cuál era su situacion como egresado del Bruno Caprara. Los planos dedicados al consejo superior del mejor colegio de Bariloche –se sorprende al encontrar en uno de ellos al ex fiambrero- funcionan como un reproche o una acusación contra docentes que no cuestionaron la presencia de Priebke sino que se sometieron callando. Y cae también la Embajada Alemana que subsidiaba la escuela y no ignoraba la presencia del criminal de guerra como autoridad máxima.

El 24 de marzo de 1944 Priebke había sido coautor de la matanza de 335 italianos en Roma. En 1998 fue condenado en Italia por este crimen y murió en la capital italiana a los 100 años el 11 de octubre de 2013.

NOTAS

1) La mejor entrevista que se le hizo a este realizador se encuentra en www.taipeirevista.com

2) Los primeros tres tomos de esta obra de Bayer, los publicados por Galerna, fueron escondidos en librerías del interior del país.

3) El gobierno actual mira con simpatía excesiva a los jerarcas del golpe de 1976.

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Alejandra Portela

Licenciada en Artes de la Universidad de Buenos Aires. Decana de la Facultad de Artes de UMSA. Directora de Leedor.com. Forma parte de Fundacion Cineteca Vida.